CONTEXTO. CARLA. TEMA 1. "¿Am I good enough?" El síndrome del impostor en el profesorado joven
¡Hola a todas y todos!
En
esta primera entrada voy a hablar sobre el síndrome
del impostor y cómo se presenta en el profesorado joven ya que considero este tema
de gran interés al poder encontrarse relacionado con os objetivos del alumnado que estamos
cursando este máster.
¿QUÉ ES?
Este
término fue definido por primera vez en un estudio elaborado por las
psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.
La asesora y escritora Aida Baida Gil definió este fenómeno de modo que quienes lo sufren, a pesar de ser las personas que presentan más aptitudes, "tienen la sensación de no estar nunca a la altura, de no ser lo
suficientemente buenos, competentes o capaces".
Gabsby (2020) presenta en su estudio síntomas como escasa o nula capacidad de evaluación de las habilidades o competencias propias; atribución del éxito a factores externos; autocrítica y autosabotaje constante; objetivos demasiado ambiciosos, miedo a no cumplir expectativas y ser considerado un fraude o insatisfacción constante entre otras.
Según The impostor phenomenon, publicado en el International Journal of Behavioral Science (2011), el 70% de las personas adultas lo han padecido alguna vez en su vida. Los resultados de los diversos estudios respecto a la mayor o menor ocurrencia de este fenómeno atendiendo a factores como la edad, el género, el trabajo u otras características, está dividida. Sin embargo, todos suelen coincidir en que los grupos minoritarios u oprimidos tienden a presentar este síndrome de forma más frecuente. Además, también concuerdan en que este suele ocurrir en periodos en los que alguna circunstancia afecte negativamente al autoconcepto de la persona.
¿CÓMO SE REFLEJA EN EL PROFESORADO JOVEN?Según
algunos estudios, los trabajos que requieren una actuación de cara al público tales como el de la
docencia, han demostrado ser en los que más casos se dan en este fenómeno. En
este aspecto, el docente se puede sentir juzgado, controlado u obligado a
actuar de una forma determinada. Además, aunque el síndrome del impostor puede
afectar al docente en cualquier etapa de su carrera, lo más probable es que
suceda a aquellos que son principiantes, especialmente en los niveles más
altos, cuando el nivel de exigencia aumenta. En el profesorado joven, la falta
de experiencia puede causar mucha ansiedad ya que, a pesar de haber obtenido la
plaza, están menos preparados en cuanto a la práctica.
Este estudio, ilustra el autoconcepto de los futuros profesores de TESOL muestra
como resultado que todos ellos parecen padecer este síndrome, mayormente las
mujeres.
El
síndrome del impostor, considerado en el ámbito de la enseñanza y el
aprendizaje es una problemática que puede reducir el rendimiento en las clases,
tanto en lo que respecta al docente como al alumnado. Como explica Stephen Brookfield
en Becoming a Critically Reflective Teacher, "El sentimiento de ser un
impostor puede arruinar la vida de un maestro. Llevado a niveles extremos,
es paralizante. La peor manera de vivir como docente es creer que eres el
único que no alcanza la perfección (…)".
Otro
aspecto a tener en cuenta es el hecho de que los maestros y maestras tienden a ser valorados a través del éxito o el fracaso del alumnado al que enseñan, lo que
hace que no dependa solamente de ellos, sino que entren varios factores en
juego. Así, hay que tener cuidado con lo que el docente transmite, e intentar
identificar esta problemática a tiempo, ya que su rol en el aula será
fundamental en el crecimiento intelectual del alumnado. Este será el modelo a
seguir y el que marcará las pautas para potenciar la confianza y la autoestima
de sus alumnos y alumnas.
Acabaré esta primera entrada contando mi experiencia, que espero sirva para ayudar a todos y todas los y las que padecen
este síndrome. Cuando empecé a ayudar a niños y niñas con sus clases de
inglés, a menudo me asaltaban preguntas como "¿Qué puedes aportarle tú a
los estudiantes? Seguro que van a saber ellos y ellas más que tú" o
"Si tu alumnado no entiende a un profesor o profesora cualificado/a, que
seguramente lleva años trabajando en su puesto, ¿Cómo vas tú a saber ayudar, si
acabas de empezar?". Decidí después de darle muchas vueltas darle una
oportunidad a la docencia a modo de prueba, convencida de que iba a salir mal y
prometéndome salir corriendo de allí si las cosas se torcían. Aunque mi cerebro insistía en creerlo, finalmente eso no
ocurrió, sino todo lo contrario y poco a poco comprobé que había hecho bien en haber dado el paso.
Mi consejo es que, aunque todas estas dudas asalten alguna vez a un docente novato, lo importante es luchar contra ellas y seguir adelante. Con el tiempo, se aprende a que el buen funcionamiento del proceso de aprendizaje en el aula, tiene como uno de sus puntos principales la confianza de docente y estudiantado (tanto en uno/a mismo/a como mutua).
Todo consiste en un "clic" del cerebro de cada uno o una, y ese "clic", empieza por nosotros y nosotras mismas. Así, finalmente, como explica la profesora Valerie Sheares Ashby en una entrevista "[La voz de mi mente] cambió a: todo el mundo tiene diferentes talentos. Yo estoy tan cualificada para estar aquí como cualquier otro. Quieren que sea yo, si no, no me habrían contratado".
¿Y a vosotras y vosotros? ¿Os ha pasado esto alguna vez? Os dejo un Test en el que, mediante preguntas, os indicarán si podéis padecerlo.
¡Os leo!
El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas.
Bertrand Russell
Trabajos citados:
¡Hola Laura! Me ha encantado tu publicación. Lo cierto es que me he visto identificada a medida que iba leyendo tu entrada. He hecho el test porque sentía curiosidad por si podría haber alguna posibilidad de que yo tuviera el síndrome del impostor y la verdad es que en menor medida, pero considero que sí. No es la primera vez que pienso que igual no debería estar estudiando un máster, que igual se me hace demasiado cuesta arriba y no puedo con todo, que hay gente más lista que yo, etc. Incluso cuando estaba en la carrera llegué a plantearme dejarla porque “eso no era lo mío”. Pero al final, spoiler, sí era lo mío, solo tuve que dejar atrás esos pensamientos negativos que me impedían avanzar. Aún habiendo superado obstáculos, tenía (y a veces sigo teniendo) esa sensación que dices de no estar nunca a la altura o ser lo suficientemente buena.
ResponderEliminarLo que me llamó bastante la atención fue que este síndrome afecta tanto a los/las docentes.
Una profesora que tuve me había dicho que cuando la llamaron para dar clases en la universidad se había sentido inferior, como que no terminaba de creerse que iba a dar clase a gente que igual podía saber más que ella. Justamente le asaltaban las mismas dudas que describes en tu blog, pero no supe hasta ahora que lo que podía sentir esta profesora era señal de este síndrome. Se quitaba valor siempre, pensando que no sería capaz de enseñarles nada a su alumnado. Sin embargo, estaba todo en su cabeza, porque en realidad sí que nos enseñó y aprendimos con ella.
Incluso yo misma tuve esa sensación de no saber qué le podía enseñar yo a una niña de 12 años. Al igual que tú, Laura, también estuve dando clases de inglés y me asaltaban las mismas dudas de no saber si les podría aportar algo nuevo, algo que no supieran por mínimo que fuera. Pero supongo, que solo eran pensamientos negativos. Estoy totalmente de acuerdo contigo, hay que luchar contra esa clase de pensamientos intrusivos que nos pueden sabotear un puesto de trabajo, por ejemplo. Una vez encuentres tu “clic”, todo cambia a mejor.
¡Muchas gracias por tu entrada!
¡Hola Laura!
ResponderEliminarTu entrada me ha resultado muy interesante y la verdad es que me he sentido muy identificada con lo que dices, el sentirme inferior y poner en duda mis conocimientos pensando que realmente no voy a ser capaz de hacer o ser lo que mis futuros alumnos y alumnas esperan de mí. Pensaba que esas dudas y ese miedo o incertidumbre no era tan común, sin embargo, al hablar con otras compañeras e incluso exprofesoras, me he dado cuenta de que es algo muy común, sentimos una presión encima y nos autoexigimos algo que a veces no es posible.
Durante la primera semana de prácticas, mi tutora me preguntó si estaba nerviosa, yo le dije que sí y que tenía miedo de llegar al aula y no ser realmente capaz de poder enseñar bien. Ella me dijo una cosa que creo que fue mi “clic” ese del que tú hablas en la entrada y que nos ayuda a ver las cosas de otra forma. Ella me dijo que probablemente hubiera momentos en los que los alumnos me preguntasen cosas que no sabía y que tendría que decir “no sé” y buscarlas, pero que no pasaba nada que eso no era un fracaso, no somos diccionarios ni enciclopedias somos profesoras, estamos para enseñar, pero también para aprender, no podemos tener miedo a esas situaciones o de quedar en ridículo delante de los alumnos porque al decirles que no sabemos les hacemos ver que no somos esos “seres perfectos que saben todo” como a veces se piensa, puede que un día no lo sepamos, pero lo buscamos y en la siguiente clase se lo explicamos haciéndoles ver que también aprendemos cosas nuevas. Esa conversación me dejó huella y me ayudó a ahuyentar todos los pensamientos negativos sobre mí que tenía y pensar que si estoy aquí haciendo esto es por algo.
Gracias por compartir tu experiencia con nosotros😊